lunes, 12 de abril de 2010

¿Querés dejarlo? ¡Animate!

Llevan años juntos. Sabés que él te quiere. Que te conoce. Que te cuida. Sueñan, en teoría, con un compromiso a largo plazo. Meditaron la posibilidad de tener un hijo. Te llevás bien con tu suegra. Sin embargo, hay algo inexplicable que no te permite estar en paz.

La clave está en dialogar con ese sentimiento recurrente. Evitá dos de los mecanismos más frecuentes para huir de lo que nos molesta. Primero, dejá de autoconvencerte: no te refutes los sentimientos con ideas. Por otro lado, tomá conciencia de la negación: no elimines de tu disco rígido ese sentimiento que no te gusta, no mires para otro lado y aceptalo.

Cómo decírselo
Si ya tomaste la decisión, mejor no dejar pasar mucho tiempo, por el bien de los dos. No se te ocurra aprovechar una discusión para tirarle el muerto. No va a funcionar: tu pareja pensará que tu reacción es sólo producto del enojo y que cambiará en un par de horas. Tampoco se lo digas un lunes por la mañana mientras toman un café a las corridas antes del trabajo. La idea es que busques un momento de tranquilidad para los dos. Pero si ya sabés que ésa es la decisión correcta, no des marcha atrás ante su dolor o el de ambos. Considerá que, en estos casos, el enojo y la discusión también funcionan como una forma de mantener el vínculo. Por eso, si él se enoja, mantenete en silencio para no realimentar algo que ya está terminado.

La mudanza
Si vivís con él, tenés que planear dos logísticas. Una para lo inmediato y otra para el largo plazo. Antes de hablar con él, organizá el después. Si la casa es tuya, lo mejor es que, lo antes posible, busque algunas de sus cosas y se vaya. Luego, combinarán cuándo se llevará el resto de sus pertenencias. No permitas que se lleve sus cosas de a poco. Si es la casa de él, buscate una amiga que te banque hasta que decidas tu próximo destino. En cambio, si alquilan o si la casa es de los dos, lo mejor será que te vayas y que luego pongas en marcha el proceso más adecuado a los intereses económicos. Evitá irte a la casa de tu familia, aunque te vayan a mimar como nadie: no es recomendable regresar cuando ya te independizaste.

Enfrentar el día después
No dejes que la culpa te manipule. Las mujeres somos tan afectivas, tan maternales, que no queremos que nadie sufra. La soledad es otro de los grandes enemigos a la hora de terminar una relación. Por eso, tratá de evitar la rumiación: “¿Estuve bien?; si lo extraño, ¿significa que lo quiero?”.

Contárselo a tu familia
En estas cuestiones, no da para que vayas corriendo a contarles: ya no tenés 15 años. Contales lo que pasó sin dar detalles: es tu intimidad de mujer adulta. Deciles que te separaste, no inventes que es una transición.

Sostener la decisión
Hay momentos clave de soledad en los que debés evitar caer en la tentación del llamadito pseudoinocente: especialmente el sábado a la noche y el domingo a la tarde. En la semana, si las noches te resultan difíciles, armate planes: película, picadita y copa de vino. Aprendé a disfrutar de esta nueva soledad repleta de posibilidades nuevas. Y ojo con los contactos virtuales: borralo del Facebook, del Twitter, del MSN.

Superar el duelo
En aproximadamente un mes, deberías haber rearmado la tropa. Si estás viviendo en lo de una amiga, empezá a buscar departamento. Si estás en tu casa, disfrutá haciendo pequeños cambios para convertir ese lugar en algo más tuyo. A esta altura, ya podés conectarte con lo que pasó desde otro lugar, sin la duda obsesiva del principio, comprobando los resultados que el tiempo te fue mostrando. Pedí ayuda si lo necesitás, quizá sea un buen momento para hacer alguna terapia o taller espiritual.

¿Pasaste por esta situación alguna vez? Contanos cómo hiciste vos para dejarlo sin perecer en el intento

Fuente: Revista OhLala

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